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Lector: tienes en las manos un libro extraño y audaz. Puede ser que digas que también es mediocre, pero no podrás negar que es original. Un libro política y hasta si quieres literariamente incorrecto. Pero un libro en el que de una manera más o menos jocosa y a sonetazo limpio se dicen verdades de a puño, verdades que no gusta oír en esta sociedad pseudoprogresista y crecientemente aborregada y entontecida. El hecho de que la mayor parte esté en verso no quita que muchos de los temas que en él se tratan sean de una gran importancia. Mis versos no son pedantes ni dadaístas. Ciertamente no son como los de los poetas famosos de nuestros días que, no sabiendo versificar, usan una verborrea ininteligible pero que, según los críticos, es muy poética y profunda. La poesía no sólo tiene que tener fondo sino también forma y sobre todo ser inteligible. Admito que mis versos no son poéticos pero se comprenden muy bien. Están trufados de algunos haikus, esa vieja modalidad poética japonesa que resume en tres frases toda una situación. En el libro me meto con ciertas vacas sagradas de nuestra sociedad. Todavía hay más vacas sagradas con las que habría que meterse pero he preferido limitar el blanco de mis dardos y dejar algunos para otra ocasión o para otros librejos. Sé de sobra que muchas de las instituciones con las que me meto son poderosas y en caso de que quisiesen contestar a las lindezas que les digo me dejarían planchado con raya al medio.